miércoles, 18 de enero de 2012

El fondo antiguo de la BUS también pide un poco de atención.


La visita a los fondos antiguos (http://bib.us.es/nuestras_colecciones/fondo_antiguo/index-ides-idweb.html) de la biblioteca de la Universidad de Sevilla afloró en mí la misma sensación que se tiene cuando te pones delante de una obra cualquiera de un pintor famosísimo y conocidísimo. Y es que ver delante de ti manuscritos de tiempos inmemoriales no tiene precio.


Todo fue un cumulo de sensaciones de las cuales he decidido destacar las que más repulsa me ocasionaron, ya que un animo de crítica, siempre que sea constructiva, puede conllevar una mayor implicación y por consiguiente, importantes logros.

Los primeros eran dignos de exponer en cualquier galería de arte, ya que el mérito del escribano y del propietario del manuscrito, encargado de embellecerlo con cenefas e imágenes alegóricas, lo elevaban a dicha categoría. Pero en cuanto nos íbamos remontando siglos atrás la categoría de la obra seguía siendo la misma, en cambio su estado de conservación era deprimente. Y aquí me quiero detener…

Las bibliotecas y archivos sean del tipo que sean se encuentran en una constante lucha con las juntas de sus respectivas comunidades autónomas por conseguir las tan necesarias subvenciones. No es solo patrimonio material una casa-palacio decimonónica o una obra de arte del Museo del Prado, las obras pertenecientes en este caso a los fondos antiguos de las bibliotecas también necesitan un poco de atención y preocupación por su estado de conservación. No quiero caer en el error de valorar la importancia que para la sociedad en general tienen ambos tipos de obras, ya que considero que todas tienen un gran valor, pero si nos detenemos en esta colección podremos comprobar que además de disfrutar de la belleza de estos ejemplares también nos pueden servir como herramienta para un trabajo de investigación, por lo tanto su funcionalidad es doble.

Posiblemente esta sección de la biblioteca no le ocasione mucho dolor de cabeza a la Administración, ya que intuyo que la adquisición de nuevos ejemplares para este tipo de colección no es muy frecuente dado la dificultad que tiene encontrar en el mercado una obra de esta magnitud. Por lo tanto, y aquí ya hago un llamamiento tanto a los altos cargos como a los bibliotecarios encargados de la gestión de esta biblioteca, se podría invertir el mismo dinero en esta sección como en cualquier otra, solo que en vez de destinarlo a la adquisición de nuevos ejemplares, se podría destinar a restaurar este tipo de obras.

Creo que ya es momento de ver en los talleres de restauración obras de tal calibre que, al igual que los tapices o las esculturas, piden en un momento de su historia un poco de atención a su estado. Y digo esto porque en las últimas visitas que hice al IAPH de Sevilla no encontré ninguno de estos ejemplares… Quiero pensar que tendrían aunque fuese uno en el almacén a la espera de ser analizado y tratado.

Con esto me despido, invitando a todo aquel que me lea a que haga una reflexión sobre la importancia que tienen estas obras y su pésimo estado de conservación, y como no a visitar esta sección de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla que para mi fue maravillosa.


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