lunes, 7 de noviembre de 2011

Gestores de Referencias Bibliograficas

Montmartre, Montparnasse, el Marais, entre otros, son barrios que componen el país galo, pero si mencionamos Mendeley, Arcgis o photoshop, ¿qué nos sugieren? Son programas o “barrios” que componen Internet o el “país virtual”.

Al igual que existen barrios especializados en algún oficio en especial, tales como “el barrio de los pintores” o “el de los artesanos”, estos programas están destinados a diferentes funciones: sistemas de información geográfica, gestores de referencias bibliográficas, programas fotográficos, de música, etc.

En esta tercera clase práctica nos hemos centrado concretamente en programas informáticos especializados en la gestión de referencias bibliográficas, como es el caso de Refworks, End Note, Fotero o Mendeley, siendo este último uno de los más completos que se ofrecen.

Y os preguntaréis qué función tienen este tipo de programas en el mundo de la Biblioteconomía. Pues bien, no sé si recordáis aquello de las tarjetitas blancas de rayas rojas y con los dos agujeritos arriba. En ellas los bibliotecarios realizaban una minuciosa labor, de chinos, por qué no, por registrar todos los datos de cada uno de los ejemplares de la biblioteca: título, autor/s, año de publicación, editorial, lugar de edición, manual o monografía,… Además, dichas tarjetitas iban archivadas en pequeños casilleros organizados alfabéticamente.

Ahora el cuento ha cambiado y no sabéis cuanto. Se inventan dichos gestores y como de la noche a la mañana ese centenar de ya amarillentas tarjetitas se van al traste. Al modo que un superhéroe cualquiera entra en escena, así lo hacen estos programas, destinados a solucionar la vida de bibliotecarios traumatizados por recopilar la mayor cantidad de datos bibliográficos posibles. Y no peco en absoluto de exagerado cuando digo esto. Tan sencillo como entrar en cualquiera de estos programas y comprobarlo.

Si hace treinta años un bibliotecario hubiese imaginado un programa capaz solamente de almacenar miles y miles de ejemplares tanto “reales” como virtuales, con la correspondiente descripción de cada uno de ellos, organizados según el factor de impacto y que además se pudiesen compartir con otras bibliotecas, lo tacharían del mismo modo que tachan a un niño cuando dibuja en el cole en coche volador. Y si a las funciones anteriores le sumamos muchas otras tales como etiquetar el ejemplar con alguna anotación de interés, localizar el documento a través de otro tipo de datos que no sea el título o autor, enumerar el documento para una mejor identificación, etc., el caso que nos harían ni quiero ni imaginarlo.

Por ello, debemos ser conscientes que nos encontramos en un mundo de continuos avances tecnológicos y lo que hoy puede sonar descabellado, mañana puede que sea una realidad. Así que sigamos soñando…

Por último, no debemos pasar por alto a otro de los destinatarios de este tipo de programas: el investigador. Son ellos los que quizás le den más uso, ya que como dije anteriormente, son programas idóneos para almacenar una gran cantidad de documentos bibliográficos.

La labor del investigador encuentra una gran ayuda en estos programas, ya que además de las diferentes funciones ya mencionadas se les suman otras de gran valía, como la realización automática de bibliografías, lo cual despertó en nosotros un gran sentimiento de rabia, después de cuatro años de lucha.

De esta manera, hagamos un huequito más en nuestra caja de herramientas e introduzcamos este tipo de programas en ella, ya que como habréis observado, ¡no veas el peso que te quita de encima!


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