martes, 17 de enero de 2012

De mayor quiero ser bibliotecario... (Visita)


¿Quién de ustedes no ha quedado sorprendido con la labor de bibliotecario después de haber visto los procesos de adquisición de la colección? Para ser honesto y disculpen mi ignorancia, jamás podría imaginar que ser bibliotecario tuviera tanta faena.

Hasta ahora los envidiaba por el puesto que tenían, ya que a simple vista no se les ve nunca tan ajetreados. Cuanto más es cuando salen del mostrador para colocar los libros en el sitio que les pertenece. ¿Qué hay ahora del mito de “cuando sea mayor yo también quiero ser como ellos”? Pues bien, a partir de la visita a nuestra biblioteca lo que fundamentalmente he aprendido es a valorar sus funciones y a considerar su trabajo como cualquier otro.

Lejos de limitarse a desactivar libros y a organizar la colección, su tarea es muchísimo más compleja. No es tan sencillo como encargar libros de nueva edición o reeditados según su antojo…

En primer lugar, el bibliotecario es, como dijimos anteriormente, el encargado de seleccionar en algunas ocasiones si el libro es apropiado para la colección. Y digo en algunas ocasiones porque dependiendo de la forma de adquisición se puede prescindir de su labor o no. No es lo mismo seleccionar el material perteneciente a una colección privada que seleccionar el material procedente de otra biblioteca universitaria, como recordemos que ocurrió con el traslado de la Biblioteca de Derecho a la antigua pirotecnia, en el que la labor de selección recayó principalmente en los profesores de los distintos departamentos. No obstante, por regla general, el bibliotecario siempre tendrá un papel primordial en cualquier tipo de selección.

En segundo lugar, es el encargado de catalogar los distintos ejemplares adquiridos, ya sean en soporte digital o en papel. Toda nueva adquisición se pasaría a registrar en soporte electrónico, variando ésta según los datos que nos aporte, como pueden ser: autor/s, lugar y fecha de edición, editorial, etc. Pero no creáis que sea tan simple como ir completando tal cual la información que el programa de catalogación nos pide… Todos esos datos que hacíamos mención antes deben ser registrados en “Formato Mac”, el cual se basa en códigos con el que se pretende aislar al propio libro. Dicho formato tiene un carácter universal, por lo que tiene la ventaja de poder ser utilizado en cualquier parte del mundo. Es como si vayas donde vayas hablaran tu mismo idioma, ¿no es increíble…?

Y en último lugar, se encargaría de asignarles un número en concreto a los nuevos ejemplares, lo que se conoce como el ISBN, el cual sirve para identificarlo dentro de la colección bibliotecaria. Aunque no será éste el único número identificativo del libro, ya que a nivel particular vendrá marcado con una cifra con la que se podrá identificar dentro del mercado, ésta es el ISSN. Es decir, se le atribuyen dos “matriculas”, una para que el bibliotecario lo identifique dentro de una colección bibliotecaria y la otra para identificarlo dentro de cualquier tipo de colección. Pero si para nosotros hay un número que nos resulta primordial a la hora de localizar el libro en una biblioteca, ese no es ni el ISBN ni el ISSN, sino la signatura topográfica. Dicha signatura es un código que el bibliotecario asigna al libro compuesto por tres o más elementos: colección (la pegatina de color), número de clasificación, código de autor o de título, año de publicación, volumen y ejemplar. En el caso de los recursos electrónicos, el código de la asignatura topográfica se sustituye por un enlace. 
 
Pero si hay una duda que me abordaba desde el minuto uno que entré por las puertas de las oficinas es el saber qué medios de seguridad le ponían a los libros para evitar robos y por consiguiente considerables pérdidas. Puede quedar bastante simple mi inquietud, pero si que es verdad que desde que entre por primera vez en una biblioteca me suponía que cualquiera puede sacar un libro y quedarse tan ancho. Me llamó la atención que dicho sistema de seguridad no cuenta solo con el código de barras, ese famoso que si se les olvida desactivarlo en el mostrador te pita y pone a la mayoría de la biblioteca en alerta, sino que además colocan en el interior del libro una especie de barra transparente imantada, que evita que en el caso que se deshagan del código de barras, el libro siga activado.

De esta manera y para concluir puedo seguir diciendo, pese a todo, que “cuando sea mayor yo también quiero ser como ellos”, porque me encanta!!!

Pdta.: siento no haber plasmado en este post una reflexión como se pedía, pero veía oportuno detallar la labor del bibliotecario tal cual lo he hecho, solo así creo acercarme más a la idea quería reflejar.

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